EL DERECHO A
LA PROTECCIÓN A OTROS ANIMALES
Durante las
últimas dos semanas en el país se han hechos visibles tres situaciones que sin
ser excepcionales, y más bien cotidianas en diversos lugares y poblaciones de
la geografía nacional, de leerse en conjunto dan cuenta de que en el país aún
está abierto el debate sobre la situación de la protección de otros animales y
que es necesario establecer nuevas medidas que les permitan vivir con mayor
bienestar.
El
primer hecho se presentó en Dos Quebradas,
donde hace aproximadamente quince días, un perro Bull Terrier atacó a un menor
de edad dejando graves secuelas en su muslo izquierdo y su abdomen. Teniendo en
cuenta que la raza del canino se encuentra entre las consideradas
potencialmente peligrosas por la ley 746 de 2002 es susceptible de sacrificio
por las lesiones ocasionadas al niño. El
caso ha levantando polémica pues organizaciones y activistas han realizado
campañas para evitar el castigo, mientras otras personas lo reclaman. Ante esta
situación, el padre del menor, Carlos Alberto Bedoya, a pesar de verse
consternado ante el apoyo dado al canino y no a su hijo, ha sido capaz de
indicar que de ser posible que el perro se reeduque, estaría de acuerdo con que
no fuera sacrificado, aunque pone el acento en que a lo que si se opone es que
los perros permanezcan con personas irresponsables como las propietarias de
“Rocko” el animal en cuestión.
El segundo
hecho acaecido en la ciudad de Bogotá tuvo como protagonista a la comunidad del
barrio Siete de Agosto que reclamó para que el perro “Jonas” de raza san
bernardo, pudiera ser atendido en una veterinaria y rehabilitado pues estaba en
condiciones de desnutrición, enfermedades, con las cuerdas vocales cortadas, totalmente encerrado y era víctima de constantes
maltratos. Ante la importante cantidad de personas del barrio que solicitaron
la libertad de Jonas, la persona que reclamaba la propiedad sobre el can accedió
a que la ciudadanía entrará para llevarse al perro y prestarle la atención
precisa.
El tercer
hecho vivido en Envigado, involucró al joven Miguel Ángel Palacio, quien
buscando detener el maltrato contra un perro fue asesinado por el hombre que
estaba causando daño al can y que hirió al hermano menor de Palacio. Ante tal
situación, organizaciones protectoras de animales, familia y amigos y amigas de
Miguel Ángel, se pronunciaron reclamando justicia.
Un balance
En los tres
casos se evidencia que sectores de la población colombiana se han movilizado
con el objetivo de proteger los derechos de los animales, en ocasiones apoyando
el accionar del Estado, pero en otras evidenciando lo restringido de su
actividad. Es decir, se ha presentado un cambio en las orientaciones con
respecto al tema del maltrato a los otros animales. Sin embargo, hechos como el
ocurrido en Envigado, también demuestran que en ocasiones se reacciona con
violencia, irrespeto, intolerancia o diferencia a las pretensiones de las
personas de procurar por el bienestar de los otros animales, actitudes, que en
el presente caso dejaron un resultado lamentable.
La ley se debe
encargar de regular las diferentes relaciones sociales, y teniendo en cuenta
que las últimas son dinámicas las normas no pueden quedarse atrás frente a las
transformaciones sociales. Desde el siglo pasado, la apertura a nuevas
racionalidades y el accionar de los movimientos de protección animal han
exigido al Estado un cambio en la legislación sobre los otros animales,
llegando a demandas como la de dotar a las otras especies de derechos. Con
respecto a ello, Estados como el colombiano aún no han sabido cómo responder, y
se mantienen en la tesis de que los otros animales a pesar de que no deben ser
maltratados, son bienes de los humanos y por lo tanto no pueden tener derechos.
El crecimiento
de una ciudadanía que pretende proteger a los otros animales en un contexto de
violencia e intolerancia, exige de manera urgente una nueva normatividad en el
país, ante la falta de voluntad del Estado de reconocer derechos a otras
especies, y la discusión inacabada entre los movimientos de protección animal
sobre este punto, cabe plantear otras alternativas, como por ejemplo, que a la
ciudadanía se le reconozca el derecho a expresarse y tomar acciones en contra
del maltrato animal, y que en caso de que por el ejercicio de tales actividades
sufran de violencia física o discriminación, a las sindicaciones por lesiones
personales, asesinato o discriminación se les imponga un agravante por vulnerar
el derecho a la protección de otros animales.
De esta manera
no entraríamos en la polémica de adjudicar o no derechos a los otros animales,
pero estableceríamos mecanismos para que las personas que deseen proteger a
otros animales expresen libremente y con mayor seguridad sus convicciones y en
caso de que se les afecte por esto, las personas involucradas reciban las penas
correspondientes. Como se ve, tal vez sea preciso pensar que en Colombia se
hace necesario establecer el derecho a la protección de otros animales.
Voluntario del
proyecto PROAMA de la Fundación PULSO
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